RECICLANDO ROPA

(Poema humorístico)

  

 

Después de un tiempo pensando 

en tener que reciclar,

nos decidimos, por fin, 

a remover nuestro hogar.

 

Sacamos ropa de aquí, 

sacamos ropa de allá,

y llenamos varias bolsas, 

hasta casi reventar.

 

He visto un contenedor 

muy cerca de aquí, me dijo.

Y sin pensarlo dos veces, 

hacia allí nos dirigimos.

 

Al poco tiempo de andar, 

llegamos al recipiente,

pensando en soltar las bolsas 

sin ningún inconveniente.

 

Pero cuál fue la sorpresa 

cuando... ¡joder!, ¡cómo llueve!

Pero si no está lloviendo... 

¿Que no? Pues esto no es leve.

 

Son aspersores de riego 

que ahora están activados.

¡Canastos, qué mala suerte!

Me cogeré un resfriado.

 

¿Qué hacemos? dice mi chica. 

Pues no lo sé... le contesto.

Pues como ya me he mojado,

tendremos que echar el resto.

 

Total, quién ha dicho miedo... 

Y sin pensarlo, me expongo.

Yo ya no me vuelvo atrás

aunque me moje el mondongo.

 

Y mientras meto una bolsa, 

en aquel contenedor

siento una fría corriente 

que me llena de estupor.

 

Me siento los pies mojados, 

las piernas y hasta las nalgas.

Como un valiente, me aguanto, 

mientras el agua me cala.

 

Paro un poco a descansar 

de la envestida del agua;

que si las llego a llevar,

me empapa hasta las enaguas.

 

¿Qué bruto será el que ha puesto 

el contenedor así?

Lo ha puesto mirando al césped.

¿Y por qué lo ha puesto aquí?

 

¿A qué ilustre personaje 

se le ha ocurrido la idea?

Vaya usted a saber, quién fue, 

pero seguro, a una bestia.

 

Me encuentro todo empapado, 

mojado hasta las narices: 

el pantalón, la camisa, 

los zapatos, las varices...

 

Hasta el teléfono móvil,

esto sí que tiene guasa…

Mi chica y yo nos miramos 

sin creernos lo que pasa...

 

Espera un poco, paciencia, 

le digo mientras pensaba.

Y ella me dice de pronto, 

por ayudar, más que nada:

 

  

 

¿No crees que sería mejor 

hacerlo por la otra parte?

Y yo, ya desesperado, 

la escucho para calmarme.

 

Me asomo por aquel lado,

¡Zas!, el embate es más fuerte. 

Con qué mala leche riegan.

Es que no quieren ni verme.

 

Y para que ella salga 

de esa duda que le aqueja, 

yo le digo: "Mira tú", 

mientras la empujo con fuerza.

 

Ya se mojó la señora. 

No soy el único, yo. 

Habrá que meter el resto

y tener resignación. 

 

De pronto digo a mi chica:

Espera, tengo una idea. 

Te cubro con esta bolsa

y tú metes la que queda.

 

Dicho y hecho, nos metemos 

bajo los chorros malvados 

que no tienen compasión 

con estos "viejos soldados". 

 

Pero, ¡qué va! no hay manera. 

En esta arriesgada acción, 

no sólo se moja ella, 

pues me vuelvo a mojar yo. 

 

Salen solas de mi boca, 

mil palabras malsonantes; 

y se escapan, como locas, 

buscando a cualquier culpable. 

 

Por fin la ropa metida 

en ese contenedor. 

Casi nos cuesta la vida. 

Os lo juro. ¡Vive Dios!

 

Y justo, justo, justito, 

cuando hemos acabado, 

los aspersores se cierran 

dejándonos alelados.

 

¡Pero, hombre, esto se avisa!

De haberlo sabido antes, 

hubiéramos esperado…

¡Esto es desesperante!

 

Nos miramos sorprendidos... 

con los ojos entornados.

La sangre hervía en nuestras venas, 

poniéndonos colorados.

 

Y nos volvimos a casa 

cabizbajos y empapados, 

para secarnos la ropa

y evitar un resfriado.

 

Que tenga en cuenta el que escucha, 

que esto no es una invención.

Es una triste verdad 

que en realidad nos pasó,

por querer reciclar ropa, 

en ese contenedor. 

 

Parece cosa graciosa, 

pero a nosotros, señores, 

¡no nos hizo gracia... No!

 

* * *

Fernando Cravioto

29/06/2017

 

 


Comentarios: 0